Cuando planteamos ejercicios de competición en las clases de E.F. deben estar destinados a las superaciones individuales y a la evolución que tienen los alumnos frente a aquello que queremos que aprendan.

A continuación, daré la definición de «motivación», esta procede de la palabra «motius», es decir, referente al movimiento, que el que la posee pasa directamente a la acción. El verbo motivar significa, justificar mediante razones, y este es el aspecto que nos debería interesar: «provocar, suscitar». En palabras de Carlos Martín Bravo (1999) la motivación es «un conjunto integrado de procesos que activan, dirigen, mantienen y modifican la conducta».

Dentro de este concepto nos encontramos con dos tipos de motivaciones según nos dice Miguel González Valeiro (2001: 143 y ss.) «se entiende necesario hablar de las fuentes de la motivación que tradicionalmente se dividen en intrínsecas y extrínsicas, esto es, cuando la implicación en una tarea es debido a refuerzos internos o externos».

Carlos Mosquera (ex alumno, profesor y autor del artículo) en su etapa en el Real Madrid de baloncesto

La primera de las motivaciones, la intrínseca, es muy importante a la hora de planificar las actividades de una sesión de E.F. Los alumnos deben pasárselo bien, pero deben ser conscientes de que con esta actividad se les está enseñando y por lo tanto debemos dejar claro los conceptos que se pretenden enseñar con cada uno de las actividades propuestas. En este tipo de motivación el alumno intenta mejorar y adquirir nuevos aprendizajes por el mero hecho de ser el mejor o saber cada vez más.

El otro tipo de motivación, la extrínseca, y un poco más relacionada con el tema que trato, es aquella que hace referencia a los que podemos conseguir por medio de un determinado ejercicio, es decir, según Carlos Martín Bravo (1999) «cuando los procesos activadores de la conducta están situados en las consecuencias previstas».

Como nosotros, en muchas ocasiones, hacemos deporte en las clases, debemos saber que esta deriva en competición, pero nuestra asignatura debe tenerse como fin el aprendizaje. Como dice Benilde Vázquez Gómez (2001: 348 y ss.) «la segunda de las situaciones que debemos evitar es la orientación exclusiva o predominante a la competición que observamos en la práctica deportiva infantil. No se trata de eliminar el factor competitivo del deporte ya que es uno de los elementos que lo definen. Se trata más bien de desarrollar al lado de este otros componentes de la actividad deportiva, como son el componente lúdico, el expresivo, relegados a un segundo plano, cuando nos olvidamos por la lógica de la competición». Con la competición debemos tener cuidado ya que puede generar en nuestros alumnos grandes traumas, según Benilde Vázquez Gómez (2001: 348 y ss.) «el clima competitivo que vive el niño tiende a aumentar la significación afectiva de los resultados dándole ocasión de fuertes alegría pero también grandes decepciones», pero también nos recalca que si lo utilizamos de manera lúdica será muy útil «por otra parte, este clima lúdico propicia conductas más creativas que pueden ser muy útiles para resolver situaciones inesperadas».

Está claro que la motivación es un aspecto muy extenso y de gran importancia en el aprendizaje del niño. Al igual que otros temas, se otorga un papel decisivo y fundamental a la actuación del docente. Debido a esto, a través del uso de la competición podemos hacer que nuestros alumnos adopten unas actitudes u otras. Es decir, considero que la utilización de la competición muchas veces no es el medio más favorable para que nuestros chicos desarrollen mejor, valores como cooperación, el respeto…; pero no por ello vamos a etiquetar el uso de la competición como algo negativo, ya que el verdadero emisor de estos valores va a ser el PROFESOR y la manera en las que él las entienda y aborde ese instrumento motivador y no el propio instrumento en sí.

Por eso no solo el docente debe motivar al alumno sino que estos deben tener motivación por aprender. Pero hay que decir que no todos los niños se sienten motivados cuando se propone o llega la competición, ya que muchas veces esto supone para algunos un motivo de llegar al fracaso si no se consiguen los objetivos.

Como conclusión pienso que, si el profesor sabe interpretar, justificar y transmitir de una manera coherente los valores que desea desarrollar en sus alumnos, el instrumento utilizado quedará en un segundo plano.

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